martes, 5 de abril de 2011

La Longevidad en el Cine

Los directores de cine pueden estar tranquilos con las nuevas tendencias que elevan la edad de jubilación, pues parece que éste es un colectivo que se mueve mucho más allá de los parámetros habituales de longevidad laboral. No es difícil encontrar ejemplos de directores de cine septuagenarios, algunos octogenarios, sorprendernos con los nonagenarios y, directamente, alucinar con un director centenario.
Sería demasiado largo y difícil referirnos a todos los casos de directores que produjeron excelentes películas con una edad para la que en otras profesiones se nos considera inactivos, pero si me gustaría mencionar algunos casos especialmente relevantes.
Por ejemplo, el francés Eric Rohmer, merece estar en este artículo no sólo por haber dirigido su última película con 87 años, El romance de Astrea y Celedón (Les amours d'Astrée et de Céladon – 2007), sino por su particular trayectoria. Nació en 1920 y dedicó sus primeros años a escribir en como crítico en Cahiers du cinema y a ejercer como documentalista. No dirigió su primer filme de ficción hasta cumplir los 49 años y desde entonces, firmó más de 25 películas. Se le considera el precursor del “cine literario” y su estilo se caracterizaba por la sencillez, la espontaneidad y, como no, la frescura de sus personajes, habitualmente jóvenes que descubrían nuevas emociones; su cine siempre fue joven y con la capacidad de descubrirnos en cada película el mundo con la mirada nueva de un niño. Ya que estamos en Francia, sería imperdonable olvidarnos del gran Claude Chabrol, activo hasta poco antes de su muerte a los 80 años después de una carrera de más de 50 años.
Si una nacionalidad tiene fama de longeva es la japonesa y sus directores no lo podían ser menos. Es imposible olvidarse de Akira Kurosawa, fallecido a los 88 años, y que pese a tener en sus últimos días problemas para obtener financiación para sus películas, nos dejó obras plenas de madurez en sus últimos años como Los sueños (Dreams – 1990). Pero no menos importante es el caso de Kaneto Shindo, nacido en 1912, y uno de los directores más importantes de la cinematografía nipona. A él se le deben joyas como Onibaba (1964) o La isla desnuda (Hadaka no sima - 1960). El señor Shindo acaba de terminar su última película Ichimai no hagaki a la edad de 96 años… y prepara la próxima.
Pero si hablamos de records, el de director en activo de mayor edad es el portugués Manoel de Oliveira que, nacido en diciembre de 1908, ha firmado su última película en este 2011, A Igreja do Diabo, a los 103 años de edad. Oliveira es una de las figuras más importantes de la cultura lusa y que pese al esfuerzo que requiere la dirección de un filme, la movilización de recursos y el control de situaciones, posiblemente esté preparando su nuevo proyecto en estos momentos.
Y debe ser que la de director de cine es una profesión muy saludable, incluso cuando estás jubilado, al menos si nos fijamos en Miguel Morayta, que nació en un pueblecito de Ciudad Real en agosto de 1907 y se exilió en Mexico en 1941. Morayta es considerado como uno de los padres de la cinematografía mejicana, gracias a los 74 filmes que dirigió entre 1944 y 1978, momento en el que decidió jubilarse. A punto de cumplir los 104 años, según mis datos, es el director vivo más anciano.
Clint Eastwood, merece un capítulo aparte, no solo por la calidad que tienen sus trabajos como director, sino por la capacidad que tuvo de reconstruirse a sí mismo en su madurez.
Nacido en 1930, se convirtió en un rostro más famoso que considerado, gracias a sus papeles de pistolero en spaguetti-westerns sesenteros. Tuvo que calzarse un polvoriento poncho en Italia para que su imagen comenzara a ser reconocida tras haber estado una década intentando con escaso éxito abrirse camino en Hollywood. Tras regresar a Estados Unidos, consiguió mejorar su carrera con películas muy interesantes como La leyenda de la ciudad sin nombre o El desafío de las águilas, pero nunca se le consideró un gran actor, sólo un tipo duro que daba muy bien para determinados personajes.
Sin embargo, Eastwood sintió pronto interés por la dirección y en 1971 creó una productora “Malpaso Company” con la que pudo dar el salto a la dirección y con la que ha producido todos sus filmes. Su primera experiencia fue Escalofrío en la noche (Play misty for me, 1971), un excelente thriller que también interpretaba. Pese a que sus filmes como director poseían una indudable calidad, tal vez fue el hecho de que la temática estas películas no se alejaban de sus papeles como actor, y que quedaban encuadradas dentro de un género tradicionalmente considerado de “artesanos”, la industria no acababa de considerarlo como un creador demasiado interesante. Paradójicamente, tampoco ayudo el hecho de cosechar un éxito arrollador encarnando al personaje central de una de las sagas de más éxito en taquilla de los años 70; el impredecible y violento Harry McCallaghan, más conocido como “Harry el sucio”.
Pero Eastwood no desalentaba, seguía adquiriendo “oficio” gracias a películas muy meritorias como Infierno de cobardes, Licencia para matar (The Eiger Sanction), Ruta suicida, Impacto Súbito o Bronco Billy.
Tal vez no sería correcto decir que “de pronto” llegó Bird, pero lo cierto es que cuando Eastwood abordó una de sus grandes pasiones, el jazz, y estrenó en 1988 esta película, basada en la vida de Charlie Parker, los críticos parecieron frotarse los ojos. Aquella maravilla llena de sensibilidad no la había dirigido ninguno de los directores de prestigio de Hollywood, no era Scorsese, ni Huston, ni Coppola; el director era ese tipo del poncho polvoriento que ponía cara de duro en películas del oeste de bajo presupuesto. ¿Casualidad? Tal vez. Pero a sus 53 años, Clint Eastwood parecía nuevo en Hollywood.
Al año siguiente estrenó Cazador blanco, corazón negro y ya no había espacio para la casualidad. La crítica fue unánime y la catalogó como obra maestra. Después llegaría Sin Perdón, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison, Mystic River, Million dollar baby, Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima, El intercambio… una cita con Eastwood que año tras año, nos deja una o dos obras entre las mejores películas de la temporada. Se dijo que con Gran Torino se retiraba de la interpretación, y parece que así ha sido, pero afortunadamente no de la dirección. Este año ha vuelto a las pantallas con Más allá de la vida, una película sobre la muerte, menos aclamada que otras, tal vez por la sorpresa que ha causado verle metido en una temática tan distinta a la que le suponemos.
Con 81 años, está en plena filmación de J. Edgard, un filme sobre la vida de J. Edgard Hoover, figura carísmatica de la historia reciente de los Estados Unidos, merced a su papel como director de la CIA durante la guerra fría, y se dice que está preparando un remake de Ha nacido una estrella para filmarla en 2012.
Eastwood me parece un ejemplo de cómo se puede reconducir una carrera en la madurez, de cómo tener siempre nuevos retos y objetivos ilusionantes, un ejemplo que nos enseña que la edad no es un impedimento para re-inventarse, para aprender, para mejorar y para demostrar el talento.

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